Feria del Caballo en Los Molinos
2 y 3 de julio de 2022
Consulte aquí el programa de la Feria del Caballo en Los Molinos
Estas fiestas patronales, de mediados de septiembre, son las más populares y participativas del municipio.
La fiesta del Cristo de la Buena Muerte se celebra el 14 de septiembre desde el año 1910, y como es el patrón del pueblo, el ayuntamiento le dedica una semana completa con actividades de diferente tipo. No obstante, la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte se constituye bastante antes, en 1845. Es interesante analizar el porqué de la ubicación de las fiestas patronales de Los Molinos en el mes de septiembre. Existen para ello diferentes motivos: se celebra concesión de Villa (que tuvo lugar en 1667), coincide con la exaltación de la Santa Cruz y, a nivel agrícola, significa un momento de agradecimiento por las buenas cosechas.
En esta semana de fiestas se suceden las actividades, todo arranca con las autoridades ocupando el escenario, se realiza el pregón, al igual que misas solemnes y corridas de toros. La población se encuentra a nivel del suelo en la plaza, distribuidas en peñas, con una vestimenta consistente en petos, camisetas, pañuelos, gorros, para diferenciarse unos de otros.
Pero no se puede hablar de fiestas patronales sin hablar de los encierros. Estos eventos están profundamente arraigados en la localidad desde el siglo XVIII. La “hora de costumbre” se inicia a las 12 de la mañana, momento en el que los corredores se sitúan a esperar a los novillos que vienen acompañados de cabestros caballos. Con el paso de los años ha ido aumentando la seguridad del propio encierro (con talanqueras y reglamentos más estrictos), al igual que ha ido oscilando el número de reses o la profesionalidad de los corredores. A día de hoy, los encierros no sólo son una de las fiestas más emblemáticas de la localidad de Los Molinos sino que se trata de uno de los encierros más consolidados y relevantes de la Comunidad de Madrid.
Historia de la festividad del Cristo de la Buena Muerte
Para hablar del mito que da origen a las fiestas patronales, hay que retroceder, como hace William Christian, a los siglos XV-XVI en los cuales la inminencia de peligros graves amenazaba el bienestar colectivo. Peligros como la peste, las sequías, los pedriscos, las plagas (de langostas, de escarabajos de la vid, de rosquillas), diezmaban poblaciones enteras, llegando incluso a obligar a sus habitantes a abandonarlas. Frente a estas amenazas, los habitantes de pueblos y ciudades buscaban distintos sistemas para luchar contra las mismas, pero también se preguntaban por el porqué, querían darle sentido a lo que les acontecía. Y existían los remediadores de todos los males: las figuras de María y Cristo (incluso santa Ana, la madre de María). La Iglesia universal no veía con buenos ojos muchas de las prácticas de la religiosidad local, entre ellas las fiestas patronales, principalmente porque le quitaba autoridad ya que no tenía forma de controlar las distintas manifestaciones de religiosidad local.
En la actualidad las fiestas patronales son festejos que vinculan ya no solo a los miembros católicos de la comunidad, sino que afectan a poblaciones próximas o incluso a turistas, independientemente del credo o de la relación que se tenga con el patrón o con la misma población. Dentro de las fiestas se oferta una amplia gama de actividades, con carácter religioso o no, que llegan incluso a diferenciarse según edades o sexo.
Los rituales de la Fiesta
Historia de los Encierros
Nuestras fiestas se recuerdan desde siempre empezando el día 14 de septiembre: Día del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, pero naturalmente, con sólo dos días de fiesta. Existen documentos en los archivos municipales en los que se mencionan estas celebraciones desde la consolidación del municipio como tal, registrándose como fiesta local en 1750.
Se llevaba a cabo mucho antes de las novilladas. Antes de la Guerra Civil se celebraban encierros en nuestro Municipio, aunque en aquella época sólo se soltaba un toro. Después un par de ellos acompañados de cabestros. Luego habría una capea para los mozos del pueblo. La plaza de España, antes de la Constitución o del ayuntamiento cerraba sus cuatro puertas con carros.
Posteriormente comenzaron a soltarse dos toros acompañados de seis u ocho cabestros. A las reses las desencajonaban en “Los Llanos” o en “Los Huertos” (actual calle Huertos), ya que, todavía, eran zonas descampadas. Las reses eran conducidas por hombres a caballo y algunas personas andando, siendo el recorrido las actuales calles Toledo, Glorieta de Chamberí, Real y Comercio hasta la Plaza de España donde se encontraban los chiqueros de la plaza de toros (cuatro carros tapando las salidas de la plaza).
Escapadas de los toros: todas. Rara era la vez en que un toro no se escapaba. Si todo iba bien, el encierro duraba una hora más o menos. Pero había días en qué a las seis de la tarde, aún había reses por encerrar.
Nuestra tradicional “hora de costumbre” prácticamente no se ha modificado en todos estos años, ya que lo normal era que el encierro comenzara a partir de las doce de la mañana.
¿Y los corredores? Como siempre los jóvenes de la localidad y algunos de fuera, que recorrían todos los pueblos donde hay un encierro, aunque no faltaba alguna que otra valiente que corría el encierro desde la Fuente del León.
¿Y las reses? Novillos de aproximadamente 3 años, pertenecientes a las ganaderías de zonas cercanas.
Si se comparan con los encierros actuales, puede que se considere que son muy distintos, sin embargo, aunque hayan aumentado las infraestructuras, variado el número de reses, o los corredores sean ahora más “profesionales” y la reglamentación sea más estricta, queda absolutamente patente que Los Molinos cuenta con una gran afición taurina.
Podemos decir que existen dos formas de ver los encierros: ya sea como espectador o como participante y como organizador.
Novilladas, según datos del AHM comenzaron a partir de 1931, mejorando el cierre de la plaza. Los novillos los costeaba el ayuntamiento así como los toreros y realizaba las gestiones para los permisos necesarios. La entrada era gratuita. Si había cuota iba a un fin social como a beneficio de los parados del pueblo.
Esta festividad es la más antigua del municipio, por sus posibles orígenes en la Edad Media y las menciones de la existencia de la hermandad de San Sebastián en textos del siglo XVI. Se enmarca cada año en torno al 20 de enero (San Sebastián). San Sebastián es una fiesta de una tremenda originalidad, legado de ritos relacionados con el toro visto desde un punto diferente, más totémico que le ha otorgado la categoría “Fiesta de Interés Turístico Regional” por la Comunidad de Madrid.
La fiesta comienza por la tarde noche del sábado 19 de enero con la ronda por las calles del pueblo de los cofrades y dulzaineros, donde el hermano más reciente ejerce las funciones de “botero” ofreciendo vino a todo aquel que lo desee. A las doce de la noche, se acude a la iglesia a cantar a San Sebastián unas clásicas letanías entonadas por un hermano y repetidas por los miembros de la hermandad allí presentes.
El domingo, el día más importante, se inicia con toque de diana a las doce de la mañana, cuando los cofrades se dirigen acompañados por música a misa para salir en procesión. Posteriormente, los hermanos invitan a un aperitivo a los vecinos y visitantes de Los Molinos. Posteriormente, a partir de las doce de la noche, tras el toque por las calles del pueblo al son del “peligro que se avecina por la vaquilla suelta”, se suelta a la vaquilla de San Sebastián.
La vaquilla es un cofrade ataviado con un artilugio compuesto por cuernos de toro y rabo que, acompañado de 6 u 8 cofrades jóvenes con cencerros colgados de la cintura, embiste a todo el que se encuentra. Tras las carreras de la vaquilla y su séquito, sigue la fiesta en la hermandad con una invitación popular a migas y vino tinto, alargando la celebración toda la noche.
El lunes día 21 de enero es el “día de la vaquilla”. A la una del mediodía, ésta vuelve a recorrer el pueblo. La sorpresa, las carreras y el revuelo que se forma alrededor de esta puesta en escena, refrenda esta visión icónica tan vinculada con la ganadería. La vaquilla, además de los cabestros, corre acompañada de vaqueros, tratantes y figurantes. Tras el aperitivo y la comida, a las cinco de la tarde, en la plaza de Los Molinos se dará muerte a una vaquilla, que año tras año resucita siempre por San Sebastián.
Esta fiesta surge en 1961, por la “Sociedad de los Casados” integrada por vecinos y veraneantes de la localidad, que se comprometieron a erigir una ermita en el lugar denominado “Reajo del Espino”. De este acuerdo, surge la Hermandad de la “Santísima Virgen del Espino”, la cual sirvió de herramienta para fomentar la unión nacida entre los componentes de dicha Sociedad, intentando terminar con esa diferenciación que existía entre el Pueblo y La Colonia (veraneantes). Igualmente, se acuerda la celebración todos los años de una romería el 15 de agosto.
Tras la cesión de la imagen de la Santísima Virgen por parte del Ayuntamiento, de los terrenos donde se ubicaría la ermita, así como la construcción de la misma, se redactaron unos estatutos y se solicitó la construcción al arquitecto Luis Rodríguez Quevedo. El escultor de la imagen fue Tomás Pares y el compositor del himno, el Padre Cue.
La fiesta realmente comienza con el traslado, el sábado anterior a la Romería, de la Virgen desde su ermita hasta la Iglesia Parroquial, en procesión de antorchas. En el camino se celebra una Misa, en la Plaza de Chamberí. Además, se ofrece una cena a todos los jubilados. El día 14 de agosto se hace una ofrenda floral a la Virgen, en la puerta de la Parroquia, cuyos protagonistas son los niños. El día 15 de agosto se devuelve la Virgen en romería a su Ermita. Los romeros van a pie o en caballo, aunque también se engalanan carrozas. En los prados del Reajo del Espino se celebra la fiesta, rodeados por el entorno de la Dehesa de Los Molinos en donde los romeros organizan sus comidas en grupos y pasan un día de campo hasta el anochecer. Como fin de fiesta se ofrece una descarga de fuegos artificiales.
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